lunes, 2 de julio de 2012


2- Decisiones. Darej.
Esa tarde salí de las cuadras toda amoratada por la paliza del cabrón del supervisor por que el Kang había roto un trozo de la balla.
Confundida y cabreada mis pasos vacilantes me llevaron con la cabeza dando vueltas al único lugar que me quedaba: esas cuatro paredes al sol.
Me acurruqué en el cobertizo dónde había improvisado un colchón con algo de pieles que extravié convenientemente de las cuadras (Eso nunca lo descubrieron). Me senté, me hidraté y decidí que no iba a dejar que mepegaran una sola vez más. No volví allí.
Decidí tomarme la justicia por mi mano.
A partir de entonces me convertiría en gladiadora, como mi padre y, ya que estaba, le vengaría destruyendo a Hawler, ahora apodado “WallBane”, y daría muerte a Criyto para recuperar a mi madre, pasando por poner en ridículo a todos aquellos adinerados que decían querer a padre pero sólo lo hacían por interés, incluido Dingló Ulan-Ob, el jefe de las cuadras, y los suyos.

¿Qué si me daba miedo? Por supuesto. Pero no tenía nada que perder y bueno, parecerá raro pero recuerdo que se me ocurrió que había visto a combatir a todos esos colosos de la arena durante toda mi vida y algo se me debería haber quedado.
Me sabía los movimientos de mi padre de memoria y empecé a entrenar... y también pasé mucha hambre.
El primer mes comí de lo que encontraba de las basuras, relamiendo los huesos de algun vecino gordo,  hasta llegué a extender la mano en alguna ocasión agradeciendo la escasa limosna de los conocidos en los barrios bajos. Hasta llegué a comer hormigas guisante... Después de todo si Jojo, mi mascota, se las comía es que se podían comer, además habían en abundancia, pero resultaban picantes, desagradables al paladar y si te descuidabas con el aguijón te dejaban la lengua inchada un par de horas.

Finalmente un día por la tarde recibí la inesperada visita de Darej, el amigo y confesor de mi padre.
Recordaré esa conversación toda la vida.
Yo estaba sentada remendandome las botas con algo de hilo que robé en el mercado.
La conversación, fue así:

- Hacía mucho tiempo que me preguntaba quien había arrendado estos viejos trastos – dijo Darej – pero de todos los posibles candidatos no esperaba encontrarte a tí -
- Después del saqueo de mis hermanos sólo me quedé con lo que ellos no querían, si tuviera algún valor ya lo hubieran vendido – respondí.
- Veo que no has intentado venderlo tú tampoco -
- En realidad estoy intentado mantenerlo así, pero me faltan recambios que no puedo costearme -
- ¿Recambios? -
- El otro día se partió una de las maderas del maniqui ese - señalé a través de la puertezuela al desgarbado maniquí con el brazo izquierdo roto.
- ¿Tratando de desmontarlo? -
- Entrenando.
- ¿Entrenando? - su expresión se turnó curiosa.
- Quiero entrar en la arena. - dije entornando los ojos.
- ¿Cómo? ¿Sin preparación? hmmm. - dijo desaprovadoramente - Sólo conseguirás que te maten en un suspiro -

Entonces le solté – Pues entréname -

Darej me miró de arriba abajo, incrédulo, y meneó la cabeza negativamente - Nch, nch. Eso no funciona así. - me levantó un brazo y me tocó la espalda - No eres lo bastante fuerte, no has sostenido un arma en tu vida, es una pérdida de tiempo. -
- Observé a mi padre en todas y cada una de sus peleas desde que tengo uso de razón. Eso debe valer algo. -
Darej me miró incrédulo.
- ¿No? - concluí después de dar una vuelta al tiro de mis pantaloncitos cortos, mirándome los pies. Después me palpé el viente y deposité mis manos a ambos lados de los huesos de mi pelvis surcados por el hambre.
- Eso no vale nada, chiquilla. Cada gladiador tiene su estilo. No puedes copiar el estilo de otro porque entonces estás muerto en la arena y muerto para el público. -
- Pues... ¡Creemos uno nuevo! -
- No. -
-
Mi padre te tenía aprecio, lo sé, y sé que tú se lo tenías a él. Ayudame ahora. No me queda nada. - era mi última opción diplomática.
- No - 

Al oir ese último "no" me estiré tan alta como pude, como una lanza planté delante de él, cogí aire y con todas las fuerzas que tenía y le grité desde a un palmo de su cara. - ¡Pues entonces vuelve a la arena y mata tu al carnicero que le hizo eso a mi padre! -
 

La réplica no se hizo esperar, entonces Darej rugió: - Ni siquiera te atrevas a volverme a alzar el tono, niñata, este viejo sigue siendo un gladiador – estas palabras las entonó en ese tono que mi padre usaba para hacer retroceder a sus rivales.
Sin darme cuenta había retrocedido, tropezado y me encontraba caída de culo al suelo, con el momentáneo recuerdo en mente de esa vez que mi padre me dió ese bofetón. Jojo empezó a gritar de esa forma en que sólo los lagartos Z'tal son capaces de hacer, esos gritos que hielan la sangre por completo.


- Disculpe – sólo pude argumentarmirando al suelo. Sometida.

Tras un tiempo de mirar alrededor y un largo suspiro el hombre me dijo - Venga, levanta. Si quieres no palmar en la arena nos queda mucho que hacer. Si voy a ser tu entrenador de momento te hospedaras en mi casa, harás lo que yo te diga, te someteré a disciplina diaria. Empezarás en las arenas de entrenamiento cómo mi pupila, afortunadamente al ser una hija ilegítima de Wallbane no te van a reconocer mucho, al menos no al principio, y todo lo que ganes en esos combates me lo darás a mí por tu formación. Si cumples y sobrevives podrás entrar en la arena de verdad. -

Sólo asentí con la cabeza y sin escuchar empecé a recoger mis pocos pertrechos.
- Venga, te daré algo de comer, se te ve famélica... ¿Pero qué estás...? -
- Recojo mis cosas –
- No recojas nada, te daré una verdadera cama bajo techo -
Momentos después cerramos el campo de entrenamiento a cal y canto, entre mis brazos, pegando chillidos, sólo estaba JoJo.
Me llevó a su casa, era enorme comparada con mi cuchitril. Terraza, dos pisos y un patio enormecon cobertizo y enredaderas Goyhal en las paredes. 


Mi Z'tal se adaptó muy rápido a su ahora nuevo territorio, se le veía feliz cazando otras alimañas entre als enredaderas y holgazaneando al sol, pero mi vida no era, ni mucho menos, sencilla.



Durante tres meses estuve a régimen de entrenamiento intenso que constaba en:
Despertar temprano por la mañana, correr con peso en la espalda y levantar troncos y mas tarde piedras además de correr en el circuito.
Pasado el almuerzo, en las horas e mas calor, Darej me enseñanaba cómo ganarme al público y lo básico del oficio.
Después de una rápida comida empezaba el verdadero entrenamiento de combate.
Al principio cobraba muchos golpes pero poco a poco, y cómo por casualidad, fui resistiendo los envites del viejo Darej.
Las noches las dedicábamos a... Normalmente a discutirnos. Él me decía lo mala que era como alumna hasta que yo perdía la cordialidad y le espetaba lo viejo, chocho, tacaño, imbécil y poco agraciado que era. Pasó bastante tiempo hasta que me di cuenta de que el viejo lo hacía expresamente para desarrollar mi capacidad de humillar, de intimidar, de actuar y de fijarme en los defectos de la otra gente para sacarles partido en mi beneficio.

A los tres meses y medio Darej me llevó a mi primer combate en una arena de entrenamiento, una de gladiadores esclavos. Sólo me dijo que no me preocupara, era entrenamiento, un simple combate con armas romas a primera sangre... Sin embargo al salir a la pista los cuchillos no eran romos, estaban afilados, vaya si lo estaban.
Era yo contra un chico de mi edad bastante musculoso, de pelo en rastas gruesas pesadas con barro, y de piel azabache. Él era consciente de que se estaba jugando lel pescuezo desde mucho antes que yo apareciera en el ruedo.
El corazón me iba a mil, inyectado en un chorro irracional de adrenalina meintras El Hull, el patrón de esclavos con el que Darej había pactado el combate, sonreía desde el palco y el esclavo intentaba alcanzarme continuamente con su puñal.
Cabe decir que era rápido, pero sus golpes despilfarraban mucha energía. Era muy diferente del viejo Darej que movía poco y preciso. Este chico luchaba sin estilo, pura fuerza bruta, sin cabeza, desprotegiendo el codo del arma. A la desesperada, cansándose tanto...

En un momento de descuido del chico, del cual no supe nunca el nombre, cuando su velocidad empezó a aminorar después de haberse estrellado su daga contra mi rodela de hueso incontables veces, el chico estaba extenuado. Ahí fue cuando le hice un corte en el brazo derecho que le hizo saltar el cuchillo. Recuerdo que se retorció de dolor en el suelo unos segundos.
Miré al palco en el que se sentaban Darej y El Hull, suponiendo yo que el combate había acabado, sin embargo ninguno daba señales estar esperando un simple corte.
El chico se levantó y tiró su rodela de cuero para esgrimir con su mano mala el cuchillo. Los movimientos eran aún más previsibles, tan torpe...
Herí de nuevo su otro brazo con mucha facilidad y el esclavo se echó a llorar cayendo de rodillas... Ni tan sólo hizo el señal para rendirse...

Comprendiendo por fin que la pelea era a muerte, tiré mi pequeña Broquela, le cogí por la cabellera llena de barro rojo y seco y lo levanté para que mirara al palco.
Aguardé hasta la señal... Y lo degollé.

Darej me tuvo que llevar a su casa encima de su espalda. Pasado el momento de adrenalina, plenamente consciente de lo que había hecho hacía unos momentos, apenas me podía mover. Estaba tan paralizada que tampoco me salía llorar.
Darej habló por primera vez al dejarme en el suelo, ya en su casa 

– Me has hecho ganar bastante dinero, ¿sabes? El Hull ha sido lo bastante idiota cómo para caer en el viejo truco del sexo y el tamaño del combatiente para hacer engordar la apuesta. Acaba de pagarte los próximos seis meses de mantenimiento, pero no podremos volver allí para entrenarte, se va a acordar de ésta jugada y la próxima vez sacará a un contendiente para matarte de verdad. -
- ¿Porqué? - fue mi primera palabra.
- ¿Porqué qué? - respondió Darej en tone porocupado, entendiendo el matíz de mi pregunta.
- ¿Porqué me has engañado? -
- Ahora sabes lo que es matar a alguien, era algo que necesitabas aprender y yo no quería perder el cuello, ¿sabes? -
- ¿Porqué no me has avisado de que iba en serio? -
- ¡Oh! ¡Vamos! - dijo agachándose para pegarme un par de cachetes en la mejilla y bajando su cara a la altura de la mía – Las cosas nunca salen cómo se planean en la arena, tienes que aprender a improvisar y, por cierto, lo has hecho muy bien. Con poco estilo, pero bien. Ve a limpiarte la cabeza con el cubo la arena y duérmete, ha sido un día muy largo. Mañana te enseñaré a usar el aceite. - dijo conciliador – Ya sabes lo que es matar, a partir de ahora nos dejamos de cuchillitos. Te has ganado poder usar las armas de verdad. -
De nuevo asentí.

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